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El poder que resiste: la política colombiana frente a la igualdad real

  • cauca10cauca
  • 23 nov
  • 2 Min. de lectura

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Colombia suele presumir de avances democráticos y de la creciente presencia femenina en los espacios de decisión, pero detrás de esa narrativa se oculta una realidad más compleja. Aunque más mujeres ocupan curules, cargos administrativos o aparecen en la agenda pública, la estructura política continúa operando bajo lógicas masculinas que condicionan su participación y limitan la posibilidad de ejercer influencia en igualdad de condiciones.


La política nacional exige a las mujeres algo que rara vez se exige a los hombres: no solo mostrar competencia, sino justificar su derecho a estar en el escenario. Los liderazgos femeninos se someten a un escrutinio permanente, donde cada intervención, error o postura se evalúa como si representara una falla colectiva y no una simple discrepancia individual. La pregunta nunca es si una mujer puede dirigir, sino por qué se “atreve” a hacerlo.

Esta dinámica se alimenta desde los partidos. Las organizaciones políticas conservan mecanismos cerrados de acceso al poder: financiación opaca, pactos informales y jerarquías que priorizan a figuras masculinas consolidadas. Incluso cuando las mujeres obtienen candidaturas, suelen ubicarse en listas con escasas posibilidades o se les asignan roles secundarios dentro de la estrategia electoral. Las dirigencias masculinas continúan controlando los centros de decisión, mientras la participación femenina se mantiene en márgenes administrados.


A ello se suma un condicionamiento simbólico: los logros de una mujer casi siempre son leídos como excepción o fortuna, mientras los de un hombre se interpretan como consecuencia natural de su capacidad. Este sesgo cultural se manifiesta en medios, debates y redes sociales, donde las mujeres son juzgadas con parámetros que combinan moralidad, estética y carácter, categorías ajenas al análisis de su mérito profesional.


El desafío, por tanto, no se limita a promover cifras más altas de participación. Implica transformar los cimientos del sistema político: desmontar los prejuicios que asocian liderazgo con masculinidad, abrir canales de ascenso basados en mérito real y reeducar a las instituciones para reconocer la pluralidad del poder. Solo cuando esos factores se modifiquen, la presencia femenina dejará de ser tolerada y empezará a ser respetada.


23 de Noviembre 2025

 
 
 

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